viernes, 29 de octubre de 2010

Hay que pararse...

“Esta extraña tarde desde mi ventana, trae la brisa vieja de por la mañana. No hay nada aquí, solo unos días que se aprestan a pasar, solo una tarde en que se puede respirar, un diminuto instante inmerso en el vivir. Después mirar la realidad y nada más, y nada más...”

A veces, muchas veces, entran ganas de quedarse en ese recogimiento interno que propone el señor Rodríguez (Silvio, no Zapatero).

Con frecuencia menospreciamos esos momentos y no les hacemos hueco en nuestro regazo. Y luego, el estrés, el agobio, el verse metido en una rutina que nos aplasta.

Un amigo decía con frecuencia: “...hay que pararse..., cheli, hay que pararse.”

Pero tampoco es cuestión de estancarse en un letargo reflexivo perpetuo. Pararse, para cargar las pilas de sentido, de ilusión, de perspectivas que realmente vayan con nosotros, de vida interior que nos haga afrontar la exterior con un posicionamiento propio.

“...después mirar la realidad....”

Yo creo que los grandes desequilibrios de la realidad que nos rodea no son más que la suma de los desequilibrios internos de todos nosotros, ese dejarse ir, esa continuidad de lo establecido, ese descuido en valorar lo que realmente nos hace sentir bien, ese desaprovechar la vida real que probablemente difiera mucho de la establecida.
Pararse, para no pararse, para vivir, para crecer, para discernir, para estar aquí por algo, para ser. Ser, uno mismo.

La vida solo se comprende mirando hacia atrás, pero se debe vivir hacia delante, dejando cabida a la duda. Decía Proust que cada cual llama ideas claras a las que se hayan en el mismo grado de confusión que las suyas.

La verdad establecida nos envuelve casi sin dar opciones, menos aún cuando no nos concedemos la oportunidad de optar o cuando las posibilidades son cerradas. Generalmente creemos cuando leemos u oímos proposiciones que estas deben ser verdaderas o falsas; pero entre la falsedad y la verdad hay un termino medio: la falta de sentido. Y lo peor, es que suele imperar, por dentro y por fuera.

“Ahora me parece que hubiera vivido, un caudal de siglos por viejos caminos...”

Cuando muera, me quiero haber consumido del todo.

“...y nada mas, ...y nada más.”





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